Tirado en el río, ahogado en aguas
profundas, con su pesado cuerpo de lobo lleno de piedras, ella estaba
a su lado, aún estaba nerviosa.
Todo comenzó por la mañana,
cuando su madre le pidió que fuera a casa de su abuela a llevarle el
pan, ese día su padre no llegaría a tiempo para hacerlo. Ella cogió
su móvil, lo metió en el bolso, besó a su madre e inició el
camino a casa de su abuela. Por el camino empezó a oír ruidos
extrañados y, cuando notó la presencia del lobo, quiso llamar pero
estaba sin batería. El que, en aquel momento, era su peor enemigo
salió de su escondite y gritó:
-¡Yo llegaré antes!
Sara se asustó cuando vio al lobo
corriendo hacia la casa de su abuela, ella tenía que protegerla, su
abuela era demasiado mayor para defenderse.
Tras diez minutos corriendo llegó
a la casa, parecía que aquel lobo solo le había tomado el pelo,
pero aún se sobresaltó más cuando vio a un cazador apuntando a la
casa de su abuela.
-¿Qué hace?-Preguntó ella un poco
incómoda.
-Está ahí dentro, el lobo está ahí.
-¡Es la casa de mi abuela!-Gritó
Sara.
-¡Shhhh! Creo que se ha comido a tu
abuela, tranquila, está viva dentro de él, solo hay que esperar a
que se duerma.
Cuando el lobo se quedó dormido
el cazador entró en la casa, Sara le seguía, le abrieron la barriga
y sacaron a su abuela, luego la llenaron de piedras y salieron
corriendo.
El lobo despertó, fue al río a
beber y del peso cayó al agua.
Y allí estaban aún los tres
observando aquella escena.
Marta 3ºA