jueves, 21 de marzo de 2013

Mi Caperucita

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Un día estaba en mi casa jugando a la play con mis amigas cuando de repente me llama mi madre.
-Hija, ¿puedes venir un momento, por favor?
-Ya voy mamá.-Le di al botón de pause y me dirigí a la cocina, mi madre estaba en la puerta esperándome con una cesta llena de magdalenas y una botellita de Acuarius para llevársela a mi abuela.
-Caperucita, ¿puedes ir a llevarle esto a tu abuela?
-Ahora mismo voy.-Me encaminé a mi habitación, despedí a mis amigas, apagué la play y me dirigí hacia el bosque.

Estaba realmente hambriento, llevaba semanas sin comer, de repente escuché un ruido extraño, era una niña preciosa, saltando y cantando, con una bonita capa roja. En un instante, se me ocurrió una idea.

Me dirigí por un camino nuevo a la casa de mi abuela, de repente escuché una voz.

-Hola pequeña, ¿dónde vas por este tenebroso bosque?
-Voy a mi casa de mi abuelita, se ha puesto enferma y le llevo estas ricas magdalenas.-Dije señalando la cestita.
-Aaah... ¿Y por donde vive tu abuelita?
-Por allí.-Señalé el camino.
-Pues yo conozco un atajo para que tardes menos. Mira, vas hacia allí y llegas mucho antes, ¿vale?
-Es que mi mamá no me deja que me guíen extraños.
-Pero yo no soy un extraño, yo soy un pobre lobito dulce e inocente.
-Bueno, está bien pero que no se entere mi mamá.

Entre y vi a mi abuelita en la cama, estaba un poco extraña la verdad.
-Hola abuelita.-Dije sonriente.
-Hola hijita.-Dijo la abuela.
-Estás un poco extraña, ¿te encuentras bien?
-Sí, ¿por qué lo dices?
-No, es que te veo extraña.
-Quizás es por esto.- El lobo se levantó de la cama en un salto y se comió a caperucita, pero lo que el lobo no sabía era que el cazador había visto como se la comía y la salvó.

Me encontraba al lado de la vieja casa de Juana cuando creí escuchar a una pobre chiquilla gritar, me acerqué corriendo y vi al lobo comiéndose a caperucita y como descansaba así que sólo esperé hasta que estuviera lo bastante dormido como para abrirle el vientre y sacarle a caperucita y a la abuelita de dentro. Y eso hice, le abrí y las saqué a las dos de ahí, pero no antes de darle su merecido al lobo, una vez que caperucita y la abuelita estuvieron a salvo, yo volví donde estaba el lobo y le metí piedras grandes y pesadas de donde había sacado a las dos mujeres asegurándome de que quedara bien zurcidos todo.

Al despertar, el lobo fue a beber agua al río más cercano se sentía mas, así que fue a lavarse la cara para refrescarse, pero en su intento cayó al agua. Y desde entonces no se ha sabido nada más del lobo.


                                                                                                                   Yaiza 3ºA